Decreto conciliar

Concilio de Jerusalem del año 50 después de Cristo: Un decreto apostólico abre las puertas a la libre entrada de los gentiles convertidos por la fe en Jesucristo, sin la circuncisión ni la observancia de la ley de Moisés.

 

Algunas pinceladas del cumplimiento profético revelan que, ya se había cumplido el tiempo de las profecías de Jeremías acerca del Nuevo Pacto, según Jeremías capítulo 31: versículo 31 y 32.

 

Se habían cumplido también las profecías mesiánicas acerca del Cristo el Redentor Divino:

 

Isaías capítulo 7: versículo 14: "Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá un hijo, y llamará su nombre Emmanuel".

 

Miqueas capítulo 5: versículo 2: "Mas tú, Bethlehem Ephrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo".

 

Zacarías capítulo 9: versículo 9: "Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalem: he aquí, tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, así sobre un pollino hijo de asna".

 

Confirmación del nacimiento del Cristo:

Lucas capítulo 2: versículos 8 al 11: Y he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.

 

Pero no solo se habían cumplido las profecías acerca de su nacimiento, sino también las de su martirio y muerte:

 

Isaías capítulo 53: versículos 4 y 5: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados".

 

Según lo declara Jacobo el hermano del Señor, en pleno desarrollo del Concilio, este era el tiempo del cumplimiento de la profecía que dice: Después de esto volveré Y restauraré la habitación de David, que estaba caída; Y repararé sus ruinas, Y la volveré a levantar; Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los Gentiles, sobre los cuales es llamado mi nombre, Dice el Señor, que hace todas estas cosas. (Hechos capítulo 15: versículos 16 y 17)

 

Para esta fecha ya la Iglesia o congregación de seguidores del Mesías tenían más de quince años de organización entre evangelismo y persecuciones.

 

Saulo de Tarso, reconocido Rabino judío, celoso de la Ley y principal perseguidor en esa época de los creyentes en el Mesías, se había convertido por la fe en Jesucristo, quien le apareció en el camino a Damasco. Quien es conocido por el cristianismo, como el apóstol Pablo.

 

El autor del libro A los Hebreos, con un profundo conocimiento teológico basado en las Escrituras del Antiguo Testamento, se refiere al Nuevo Pacto, bajo el concepto de un cambio necesario en la Ley, Hebreos capítulo 7: versículo 12. Alude a un nuevo sacerdocio según el orden de Melchîsedech, en lugar del asignado a la tribu de Leví. Hebreos capítulo 6 versículos 18 al 20 y capítulo 7 versículos 11 al 28. Se refiere además, al sacrificio de Cristo, en sustitución de los sacrificios de animales por el pecado, y a los mandamientos escritos en el corazón del hombre, en lugar de tablas de piedra. Hebreos capítulo 10 versículos 4 al 16.

 

Jesucristo mismo confirma estas declaraciones del libro A los Hebreos, al manifestar: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan capítulo 14: versículos 6). Todo ello se cumplió a cabalidad en el año 70 de nuestra era con la destrucción del templo por parte de los romanos y hasta los días actuales no se ha podido ofrecer más sacrificios de animales por el pecado, ni ha habido lugar para más funciones sacerdotales.

 

Ademas, para este tiempo el judaísmo aceptaba a los gentiles en las sinagogas, sin la circuncisión y sin la observancia de la ley de Moisés, porque los sabios judíos habían concebido que, para estos, así como para Noé, su principal ascendiente, hay un lugar en el mundo venidero. El objetivo del judaísmo, sin embargo, era que con su participación en las sinagogas cada sábado, estos recibieran las instrucciones de la ley de Moisés hasta que decidieran acogerse a ella completamente. Mientras tanto, los consideraban como temerosos de Dios, como a Cornelio el centurión romano. Por lo cual, debido a las circunstancias que presentaba la iglesia en esos momentos, se llevó a efecto el Concilio de referencia, donde se emitió un decreto amparado bajo el mismo principio del concepto de los sabios judíos, aunque con algunas variantes basadas en las indicaciones del Espíritu Santo. Se determinó que los gentiles convertidos a Dios, solo necesitaban abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de ahogado, de sangre y de fornicación.

 

No obstante, lo cierto es que algunos creyentes se mantienen sumidos en la idea de que, el decreto referido se emitió solo como un inicio para los gentiles recién convertidos, no como un concepto al que se pudieran acoger con carácter definitivo.


ANÁLISIS Y REFLEXIÓN

 

Para poder lograr un análisis razonable al respecto, el primer detalle que necesitamos tomar en cuenta en este caso, debe basarse en la causa, o las circunstancias que promovieron la necesidad del primer Concilio de la Iglesia en el año 50 de nuestra era, donde se emitió dicho decreto. Para ello veamos lo que nos dice en Hechos capítulo 15: versículos 1 y 2:

 

Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Que si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. Así que, suscitada una disensión y contienda no pequeña á Pablo y á Bernabé contra ellos, determinaron que subiesen Pablo y Bernabé á Jerusalem, y algunos otros de ellos, á los apóstoles y a los ancianos, sobre esta cuestión.

 

Ahora bien, ¿qué sucede con esto, por qué estos creyentes judíos se manifestaban con tales conceptos? Ya sabemos, según lo expuesto en nuestro estudio del tema, que en el judaísmo se aceptaba a los gentiles en las sinagogas sin la circuncisión y sin guardar la ley de Moisés, sino solo con la observancia de las siete leyes noájidas, y se creía que para ellos había un lugar en el mundo venidero; o sea, que así como para nuestro Patriarca, para ellos también había salvación como descendientes suyos. Porque así lo habían concebido los sabios judíos desde el siglo segundo antes de Cristo y así lo creía el judaísmo rabínico del siglo primero. Y por lógica se asume, que Jesucristo mismo como Rabino por excelencia y como nuestro Mesías, estaba plenamente consciente de ello y de que su sacrificio expiatorio constituiría el sello para su salvación, así como para los observadores de las demás enseñanzas de la Torah. Por eso expresó diciendo: También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Juan capítulo 10: versículo 16. Por lo cual, habiendo consumado su obra expiatoria, para darle cumplimiento a la profecía citada por Jacobo en los versículos 15 al 17 del relato, a su debido tiempo envió a Felipe, a través del Espíritu Santo a enseñar al eunuco etíope a quien después de haberlo adoctrinado lo bautizó en agua aceptándolo como un integrante de la congregación de los creyentes en el Mesías. Por eso también visitó a Cornelio el centurión romano con la revelación conocida, y le reveló a Pedro, la visión del lienzo para mostrarle analógicamente, que todos los seres humanos tenían derecho a la salvación si se acogían a las observancias que ya habían sido decretadas para ellos, así como lo había hecho Cornelio, (el hombre temeroso de Dios), por eso el Espíritu le dijo a Pedro que no temiera ir con los emisarios de Cornelio, porque Él los había enviado. Y para confirmar todo lo dicho, derramó la promesa del Espíritu santo sobre todos los que oían el sermón. Por lo cual, Pedro, plenamente consciente de la misión que le había sido encomendada, no dudó en bautizarlos y aceptarlos en la congregación de los seguidores del Mesías como lo había hecho Felipe con el eunuco. Por eso, el apóstol Pablo, como Rabino reconocido, de un profundo conocimiento, escogido por Jesucristo en su revelación del camino a Damasco, para llevar el evangelio a los gentiles entre otros, según Hechos capítulo 9: versículo 15, con pleno conocimiento de todas las leyes y de las concepciones del judaísmo, bautizaba a los gentiles convertidos por la fe en Jesucristo, sin la circuncisión y sin la observancia de la ley de Moisés. Pero como siempre, entre ellos había fariseos radicales o ultraortodoxos que habían creído en el Mesías, pero no aceptaban estas disposiciones y por eso, protestaban como lo hicieron aun cuando Pablo se reunió con los apóstoles para tratar el asunto, según lo declara el contexto en el versículo 5 diciendo: Mas algunos de la secta de los Fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Que es menester circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

 

Sin embargo, después de una gran discusión y de las razones dadas por el apóstol Pedro, se llegó a una conclusión unánime; por lo que, Jacobo el hermano del señor, declaró públicamente en el Concilio, según los versículos 19 al 21: Por lo cual yo juzgo, que los que de los Gentiles se convierten a Dios, no han de ser inquietados; Sino escribirles que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de ahogado, y de sangre. Porque Moisés desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien le predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado. El versículo 28 de relato le pone el sello al decreto, al declarar que, tal determinación había parecido bien al Espíritu Santo y a ellos.

 

Esto deja claro, que a ellos no se les exigía circuncidarse ni guardar la ley del Pacto Sinaítico o ley de Moisés. Porque el pacto del Sinaí fue con los descendientes de Sem, como pueblo escogido suyo a partir de su llamamiento y sus promesas hechas a Abraham; mientras que los gentiles, compuestos por el resto de la humanidad, somos descendientes de Noé por la línea de Can y Jafet, incluyendo algunos de los descendientes de Sem que no fueron comprendidos en la promesas hechas a Abraham, los cuales, según el concepto de judaísmo rabínico registrado en los escritos de los sabios judíos, desde el siglo segundo antes de Cristo, como lo expusiera inicialmente, solo necesitamos observar los siete preceptos que observó Noé, para tener derecho a un lugar en el mundo venidero o en la vida eterna, tal como lo tiene asegurado nuestro Patriarca.

 

¿Cree usted que después de tan grande debate y de todos los detalles que recoge el capítulo 15 del libro de los Hechos, los apóstoles iban a decretar una resolución de carácter temporal a la que los gentiles no se podrían acoger en forma definitiva para poder ser salvos? En todo caso no hubiera sido necesaria la emisión de tal decreto, sino haber aceptado la imposición de la circuncisión y de la observancia de la ley de Moisés como lo concebían los fariseos de referencia. Deberá ser de mucha validez tener en cuenta que, según el relato del libro de los Hechos, a partir de la emisión del decreto de referencia, Pablo partió para la Iglesia de Antioquía acompañado de Bernabé y otros hermanos, donde se le dio lectura por primera vez a la carta apostólica y después de eso continuó su recorrido entregando el Decreto por todas las demás congregaciones, según Hechos capítulo 16: versículo 4. Y después de haber recorrido dos veces todas las regiones, llegó a Jerusalem por última vez al final de su recorrido, donde los apóstoles le confirmaron nuevamente la determinación tomada en el decreto para los Gentiles, alrededor de 7 años o más después de su prescripción. (Hechos capítulo 21: versículos 17 al 25). Será que aun así, con la firmeza que los apóstoles le confirmaron este detalle a Pablo, en esta última ocasión, se pueda considerar como una disposición de carácter temporal?

 

Algunos se preguntan: ¿Entonces, no estaban ellos en el deber de cumplir con otros mandamientos relacionados con la conducta social, como el homicidio, el hurto, el falso testimonio y otros? Claro que sí, porque, aunque estos preceptos no fueron mencionados en el decreto de referencia, sin embargo, están incluidos en las siete leyes de Noé. Por lo cual, los apóstoles de la Iglesia se encargaron de instruirlos acerca de ellos, a través de sus epístolas.

 

Aunque es evidente que los Rabinos exigían la observancia absoluta de la ley para poderlos bautizar, los apóstoles, sin embargo, les aplicaban el bautismo como una determinación de Dios, dirigida por su Espíritu Santo, sin ponerles obstáculos ni restricciones y dejándolos en plena libertad de escuchar las enseñanzas de la ley de Moisés cada sábado en las sinagogas, para los que quisieran acogerse a ella libremente. Además de las enseñanzas y el ejemplo que ellos mismos les daban como celosos observadores de la Ley. Por lo cual, el relato histórico, declara que ellos se acogieron aun a la observancia del sábado, la ley de salubridad alimenticia y otras, dadas en el pacto sinaítico, incluyendo la observancia de las festividades judeocristianas, pero en este caso, por amor y complacencia a nuestro divino Creador, no porque fuera una exigencia intimada para ellos. No obstante, según los detalles de la historia, aportados por el doctor Mario Javier Sabán, historiador e investigador judío, a partir de la primera mitad del siglo segundo, la situación de las iglesia dela parte occidental del Imperio comenzó a verse afectada bajo el liderazgo de San Aniceto, como obispo de Roma (155 al 166 d. C.), por cuanto, se estableció un cambio de fecha para la celebración de la Pascua para que no coincidiera con la misma de los Judíos, además, cambiaron sus servicios de adoración para el domingo, y tuvieron la tendencia de hacer dejación de la observancia del sábado. Después de él, Eleuterio Primero (175 al 189 d. C.), le dio un sentido simbólico a la ley de salubridad alimenticia. Aunque las iglesias de la parte oriental, no aceptaron ninguna de estas decisiones. Pero finalmente, Víctor Primero 189 al 199 d C., optó por excomulgar a los cristianos de todo el Imperio, que siguieran celebrando la Pascua en la misma fecha que los judíos. Así, consecuentemente, la Iglesia gentil llegó a apartarse de aquellas observancias que habían guardado los primeros gentiles convertidos, aunque no fuera una exigencia descrita para ellos en el decreto referido.


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