Agradecimientos
AGRADECIMIENTOS
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a todos aquellos que de una u otra manera han contribuido para hacer posible la realización de esta magnífica obra, aunque haya sido con una palabra de estímulo solamente.
Mi más expresivo sentir de agradecimiento es, en primer lugar, para mi esposa, por su valioso apoyo en sentido general, lo cual me permitió el privilegio de estudiar en el Seminario de Teología, lo que ha sido para mí de mucha validez en el perseverar de mi carrera cristiana y en la exposición de este importante tratado. Gracias a mis hijos queridos, por dispensarme haberlos privado del tiempo precioso que debí dedicarles a ellos, para consagrarme a tiempo completo a la elaboración de esta valiosísima obra, que espero haya de repercutir positivamente en sus vidas futuras y en la de otras generaciones.
Mi fidedigno agradecimiento a la comisión de maestros de la Escuela de Teología de Nuestra Iglesia en Cuba, donde realicé mis primeros estudios teológicos, por su valioso aporte inicial al enriquecimiento de este tratado. Mi cordial gratitud para Joaquín Abreu, mi profesor por excelencia y director de la Escuela, por autorizar el curso de la actividad, y el aporte de los maestros incluyendo su ingeniosa intervención. Otro aporte inestimable lo ha sido la información tomada de otras obras de la literatura cristiana, entre ellas las del obispo Buena Ventura Luis y otros.
Agradezco explícitamente el valioso aporte de Joyce Stone, por haberme reconstruido mediante el arte de la mecanografía, mi primer borrador extractado de esta obra, cuando a mi llegada a los Estados Unidos, era un simple folleto, que solo constaba de 12 páginas. De igual manera agradezco genuina y satisfactoriamente, la generosa atención y el apreciado aporte de nuestro venerable y querido hermano, el apóstol Florentino Almeida, por revisar y valorar positivamente cada tema, concernientes a las dos primeras ediciones manuales de la misma.
Reconozco sinceramente las palabras de estímulo y aprobación, de parte de nuestros queridos y honorables hermanos, finados ya, los apóstoles Luis Cruz y Joel Mondéjar.
No puedo concluir esta relación sin haber expresado antes mi sincero agradecimiento a nuestro querido hermano, el Evangelista Héctor Herrera, por su efectivo asesoramiento en la correcta interpretación de algunos temas de la Santa Doctrina.
Mi más encarecido y sincero agradecimiento a nuestro finado hermano, el obispo José Ramón Salas (1989) por su gran estímulo y apoyo en la realización de esta obra y por su ayuda en la transcripción de las dos primeras unidades.
Gratifico profundamente a mi buen amigo, el doctor Sergio González, por su estímulo y gran apoyo en la reiniciación de mis estudios, a través de los cuales pude hacer la Maestría en Teología en la Universidad Teológica Mundial Utmpr-Puerto Rico. Lo que me ha permitido darle un mejor aporte teológico al contenido de esta nueva edición.
Mi más exaltado reconocimiento a nuestro finado hermano, el Supervisor José Duménigo Fabregat, honorable fundador de nuestra Escuela de Teología en Cuba, quien, con su ejemplo y abnegación, nos abrió una puerta de acceso hacia el conocimiento de grandes verdades históricas y culturales en relación con la Santa Biblia y todo lo que a ella concierne. Conocimientos estos, que constituyen un gran punto de apoyo para la fe de todos los creyentes fieles y sinceros.
Finalmente, me place expresar mi máximo agradecimiento al apóstol Cecilio García, quien después de haber leído y valorado la versión anterior de este tratado, me concedió la grata experiencia de recibir una llamada suya para felicitarme con palabras de reconocimiento y estímulo por mi modesta y apreciada obra. ¡Dios lo bendiga por tan admirable gesto!
Sean todos receptores de un profundo y sincero agradecimiento.